Sé lo importante que es tu perro para ti y que quieres lo mejor para él.
Por eso has descartado llamar al adiestrador del parque y por eso estás aquí ahora, buscando la mejor opción para vosotros.
Aquí podrás conocerme mejor como persona y profesional y decidir si soy esa opción.
Soy Irene Serra, viguesa de toda la vida (al menos desde 1.995) y soy educadora canina respetuosa.
Yo no tengo recuerdo de ello mi madre asegura que en vez de hablar muchas veces ladraba. Creo que eso resume bien cuándo empezó mi amor por los perros.
Crecí rodeada de ellos, pero desgraciadamente para mí, sin uno en mi hogar. Eso hizo que cada momento que podía compartir con ellos, lo valorase más y lo disfrutase al máximo.
Estando con un perro el resto del mundo desaparecía.
Como era de esperar me pasé años pidiendo un perro a mis padres, pero siempre fue una negativa, al menos hasta mi 14 cumpleaños. No me lo acabé de creer hasta días más tarde cuando comenzamos la búsqueda por las protectoras locales y fue así como llegó Raixa a mi vida para cambiarlo todo para siempre..
Emma, su madre, fue rescatada de la calle junto a sus 11 cachorros, se había acostumbrado a ganarse la vida y tenía mucho miedo, sólo quería escapar del chenil. Los cachorritos fueron separados de ella con apenas 2 semanas de vida y criados a biberón. Cuando adopté a Raixa, con algo menos de 2 meses, estaba en un reino de apenas 20 metros cuadrados junto con otros 30 perros.
Podrías pensar que ahí terminó el sufrimiento, pero no fue así.
Esto fue por el 2009, cuando los programas de televisión sobre «adiestramiento» canino estaban en auge y aún no se conocía lo que era la educación respetuosa. Realmente se sabía muy poco sobre perros y lo que se sabía era erróneo.
Como era de esperar, un cachorro con semejante mochila emocional (el trauma de la separación temprana les acompaña toda la vida) no nos lo puso fácil en ningún sentido; lloraba toda la noche y cada vez que se quedaba sola, no «jugaba» ni mostraba ningún interés social, gruñía cada vez que alguien se acercaba a su plato (hasta llegó a mordernos), …etc.
Buscamos soluciones, pero como digo, no dimos con las adecuadas. Llegó la adolescencia, y con ella los grandes miedos. Luego llegó la adultez y con ella las agresiones a perros, la cosa se puso seria, nos pusimos en contacto con «profesionales» y yo me interesé por informarme, pero de nuevo, fue peor el remedio que la enfermedad y durante un par de años nuestra convivencia era una continua lucha de poderes (o eso creía yo).
Los siguientes años fueron arrojando luz poco a poco en nuestra relación, fui comprendiendo el motivo de sus reacciones, qué había detrás de esa coraza que tanto se esforzaba por mantener, fui descubriendo quién era ella en realidad y qué necesitaba de mí.
Y al fin pude ayudarla.
Siempre tuve claro que quería dedicarme a los perros, lo primero que se nos pasa a la mayoría por la cabeza es «veterinaria», pero eso significaba separarme 5 años de Raixa ya que vivíamos en Vigo, quedó descartado y focalicé en la carrera de Biología (de aquella había una especialización en zoología).
Para cuando llegó el momento de entrar a la facultad, ya no había dicha especialización, todo eran conocimientos «generales», creo que la palabra «perro» se mencionó en 3 ocasiones a lo largo de 3 años (y además para decir datos erróneos).
Aunque es cierto que al terminar me esperaba un máster en etología, el grado se me hizo demasiado largo y duro. Dónde yo creía que encontraría una cultura de amor por los animales, encontré que el único interés en ellos era para sacarles provecho. Pero descubrí que me gustaba estar en el laboratorio, eso sí, sin animales muertos o cautivos (solo con bichitos microscópicos).
Dejé mis estudios en Biología y realicé laboratorio clínico y biomédico, aunque nunca ejercí de ello porque para entonces ya tenía bastante claro que la forma más directa de aprender de perros era la formación en educación canina ¡Y salté a la piscina!
Hice mi primera formación profesional en el 2019 y comencé a ejercer. Poco después tuve la suerte de que Camila (mi compi en la formación), estaba en Madrid creando un equipo de educadoras para llevar terapias en conjunto y me ofreció unirme. Así que para ahí que fui, con Raixa por supuesto, ella siempre estuvo a mi lado.
Los años que pasé en Madrid fueron geniales. Conocí, trabajé e incluso me formé con maravillosas profesionales y personas que me enseñaron muchísimo.
Pero ya tocaba volver a casa, volvimos a Vigo (no sin dejar un trocito de mi corazón en Madrid) y aquí estoy, con nuevos proyectos, nuevas compañeras y llena de ilusión por lo que está por llegar.
Educación canina respetuosa